Durante dos semanas hemos sufrido el bombardeo de declaraciones, anuncios y opiniones de candidatos, periodistas, gente de la calle,...
La imagen que han dejado algunos periodistas durante la campaña electoral ha sido preocupante.
Es triste ver cómo se malea la realidad para convertirla en la realidad paralela que más conviene. Porque, en la mayoría de los casos, lo que ha estado percibiendo el españolito de a pie es la realidad paralela que unos medios u otros, a través de sus asalariados, han querido ofrecer. De la verdad objetiva, blanca, sin astillas, nadie ha hablado.
A veces, la mentira no es la otra cara de la verdad. Hace más daño retorcer la realidad que mentir sobre ella. La mentira se 'caza' con relativa facilidad, más difícil es saber de qué color es la cara de la verdad cuando se la pintan con matices difícilmente perceptibles. Y eso ha pasado en estas elecciones.
Me produjo mucha tristeza ver cómo, tras los dos debates de Rajoy y Zapatero, los periodistas basaban su discurso en una línea marcada por sus intereses -ni tan siquiera ya por su ideología-, sin hacer caso alguno a lo sucedido durante las dos horas anteriores. El "y tú más" era el ¿argumento? más esgrimido.
Todos tenemos nuestra forma de pensar, pero creo que lo profesional es analizar la realidad de la forma más objetiva posible. La subjetividad existe y se puede entender, pero bien argumentada.
Los peridistas parecían más porteras de barrio (con todos mis respetos hacia las porteras), en el peor de los sentidos, que profesionales de la información.
En lugar de periodistas eran re-porteras (doblemente porteras): poca información, mucha descalificación, escasa verdad y demasiada radicalidad.
Cuando veo un programa del corazón sé qué me van a dar. Cuando veía un programa político también creía saberlo. Por lo menos, hasta estas elecciones. Nada más lejos de la realidad. Me engañaron con el segundo.
Y decían que el tomate había desaparecido... ay ay ay ay ay.